Por
Ignacio Pan | ipan@infobae.com
La
imprenta, el teléfono, la radio y la TV parecen inventos menores ante internet,
un instrumento único y cambiante que revolucionó para siempre las
comunicaciones y la manera en que las personas aprenden, se relacionan y
trabajan. Contanos tu experiencia
Históricamente,
el televisor fue sinónimo de “caja boba”. Y hoy no está solo: aunque por
motivos muy diferentes, una computadora o un dispositivo móvil sin conexión a
internet es también algo vacío, limitado.
Pero internet
colonizó al televisor, que ahora es capaz de conectarse a la red y sumergir al
usuario en el mismo mundo de entretenimiento, comunicación y conocimientos
presente desde hace años a través de la computadora.
Detenerse
un instante y pensar en profundidad el impacto de internet en la vida cotidiana
es un ejercicio que demandará un esfuerzo mayor o menor, grado que dependerá
del momento en que cada uno haya logrado adoptar a la red.
Adiós al
teléfono
Un hogar habitado por más de un adolescente era sinónimo de un teléfono ocupado
eternamente. “Ya corto. Ya va. Un minuto”. La clásica
frustración de tardes y noches al ver que era imposible realizar o recibir
llamadas terminaba siempre con gritos. Padres discutiendo con hijos; hijos con
padres; padres con padres; y hermanos con hermanos.
La mejor –y
quizás única– manera de obligar a alguien a cortar el llamado era levantar el
tubo y decirle claramente que necesitaba usar el teléfono.
La
llegada de las primeras conexiones, las telefónicas, no hizo más que agrandar
el problema. Si antes se levantaba el tubo, podían escucharse voces conocidas.
Ahora, un insoportable chirrido. “El ruido de internet”. “Ya corto. Ya
va. Un minuto”. Y volver a empezar.
La banda
ancha, no hay dudas, terminó con discusiones, peleas y enojos dentro del hogar.
Pero generó una paradoja: ahora nadie usa el teléfono fijo y generalmente
faltan computadoras.
Una nueva
manera de estudiar
Enciclopedias, libros de historia, ciencia y demás disciplinas eran las únicas
fuentes de consulta en el hogar. Un llamado –si el teléfono estaba desocupado–
a un compañero era una buena manera de intercambiar opiniones y ver qué tanto o
cuán poco se había avanzado con un trabajo práctico.
Pero si
las enciclopedias tenían sus años, había que renovarlas y ese era un gasto que
no cualquier hogar podía enfrentar. En ese caso, armar la colección fascículo
por fascículo podía depender de la promoción de algún diario. Y también de la
paciencia al ver que pasaban los meses y aún no se había llegado a la letra J.
Los
inicios de internet tampoco fueron el ideal. La búsqueda “historia de
Grecia” devolvía miles de resultados, pero sin orden, coherencia y mucho
menos alguna imagen: millones de caracteres apilados uno al lado del otro
esperando a que el estudiante les diera alguna forma.
Google y Yahoo! lograron que
esos resultados fueran más precisos y día a día trabajan para que lo sean más
todavía. El resto quedó en manos de los usuarios, los miles que hacen Wikipedia
y aquellos que desde sus sitios se proponen compartir sus inquietudes y
conocimientos.
Esos
miles de usuarios ayudan también a algo más: actualizar la información a medida
que se produce, agregando los últimos resultados de ensayos científicos o
reescribiendo la historia a medida que ésta se desarrolla. ¿Cuántos segundos
pasan desde que se produce un hecho y alguien lo plasma en Wikipedia? Muy
pocos.
En el
trabajo nada es igual
El regreso al hogar era un momento sagrado. Enojarse por el teléfono ocupado;
los libros, carpetas y cartulinas sobre la mesa; y porque la “caja boba”
no ofrecía programas interesantes para ver. No quedaba otra más que sentarse a
hacer nada y esperar el momento de la cena en familia.
El paso
de los años agregó una computadora a la escena, pero siempre ocupada por los
menores de la casa conectándose al ICQ, buscando información poco
coherente y armando trabajos para la escuela. El teléfono seguía ocupado por el
“ruido de internet”.
En algún
momento poco preciso la computadora se liberó. Los programas se instalaron en
la PC hogareña y permitieron trabajar en casa como si se tratara de la oficina.
Adelantar presentaciones o bien corregirlas ya era posible. Lo mismo que
enviarlas por mail para tenerlas listas a primera hora del lunes.
Algunos
aventurados se dieron cuenta de que podían ser independientes, abrir la
oficina en casa o bien estar conectados con la empresa. Estar y no estar. Teletrabajo.
Y hoy
internet permite, además, el trabajo colaborativo en tiempo real, es
decir, acceder y corregir la presentación que está desarrollando una persona en
cualquier parte del mundo, sin importar dónde se encuentre uno.
Sábado a
la noche
Los famosos "asaltos" eran la envidia del hermano menor de la casa.
No veía el momento de tener edad para hacer los suyos.
Mientras,
ocupaba el teléfono hablando sin parar con esa chica que conocía del barrio.
Pasó el
tiempo y llegó su momento. Pero los asaltos habían pasado de moda. Su meta
ahora era recordar dónde había dejado el teléfono de esa chica que conoció el
sábado a la noche. Eran muchos números y seguro el papel no está por ningún
lado.
Un poco
después vendría el chirrido, el “ruido de internet”: ICQ, Hotmail,
¿Messenger o Yahoo! Messenger?… “Pasame tu PIN”, “agregame a Facebook”,
“te sigo en Twitter”. En el medio también le pasaron un número de
celular equivocado o quizás él lo anotó mal.
Había un compañero
de la escuela que no tenía suerte con las mujeres. Pero se anotó en un sitio y
encontró gente con la cual compartir su soledad. Porque internet tiene espacio
para todos, sin importar que uno sea tímido o el ser con más desenfado del
barrio.
La súper
herramienta
En menos de un cuarto de siglo, internet creó una nueva economía, generando
nuevos trabajos.
Logró que
ya no sea necesario ir al supermercado y hacer largas colas. Tampoco ir al
banco a pagar impuestos. O recordar qué gustos de empanadas hay que pedir.
Mucho menos, recorrer un shopping o el centro comercial del barrio para
encontrar la mejor camisa. Todo es posible vía internet.
¿Hace
falta recordar que leer más de un diario en papel era un privilegio de
pocos? Hoy en cambio se puede elegir qué, cómo y cuándo leer.
Música,
películas e incluso software están abandonando a pasos agigantados su clásico
formato en discos para únicamente ser descargados de la red.
El almacenamiento
online gana adeptos día tras día: fotos, documentos y música son accesibles
desde cualquier dispositivo, sin importar el rincón del mundo en donde el
usuario se encuentre.
Google
Maps y Street
View permiten conocer lugares impensados o bien armar un recorrido y mirar
de antemano cómo es el barrio del hotel en donde uno se alojará para las
vacaciones.
Internet
permitió decirle adiós a la angustia de esperar a miles de kilómetros una carta
de un ser querido. Servicios como Skype acortan distancias, permiten a
familiares y amigos estar ahí, a un paso.
La red
fue capaz de catapultar a la fama a muchos artistas y creativos desconocidos
que vieron en YouTube un espacio en donde mostrar al mundo su obra.
Incluso,
muchos videos que allí se suben cuentan injusticias cotidianas que quizás no
tendrían lugar en los medios tradicionales.
Redes
sociales como Facebook permiten encontrar a esas personas que los años
fueron alejando; o mostrar al mundo un costado que pocos conocen. Lo mismo que
compartir al instante la felicidad por una foto espontánea. O ayudar a
organizarse para protestar.
El boom
de los blogs permite que cualquier persona pueda ejercer su derecho a
expresarse y encontrar en el camino a algunos que piensen igual. Unirse.
Internet
permite informar, formar y entretener, tres pilares fundamentales para una
comunicación adecuada.
Y lo
mejor de todo es que internet está ahora en todos lados. La PC dejó de ser la
única ventana al mundo. Smartphones, tablets, notebooks… dispositivos móviles
que tienen como único propósito hacer más sencillo y divertido lo cotidiano y,
bien usados, mejorar la calidad de vida.
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