lunes, 13 de junio de 2011
LA RIMBOMBANDA
Son chicos de entre 9 y 14 años, pero lo suyo es bien serio. Son de San Marcos Sierra, una comunidad de sólo 2000 habitantes.
El rumor circula hace tiempo entre los turistas que visitan el pueblo San Marcos Sierra en Córdoba: “Hay una banda de pibes que es un fenómeno, tocan unos instrumentos extrañísimos, tienen una energía descomunal, son buenísimos”. Esta big band integrada por Yannice, Milton y Nahuan Marcuzzi, Genaro y Nicanor Collado, Violeta Vicario, Ludmila Ciordia y Gabiño Muñoz –que tienen entre 9 y 14 años– y el bajista Natán Collado (de 19).
La banda de la plaza
El sueño empezó hace más de siete años en la casa, taller y estudio de grabación de Ricardo Collado y Nani Dutelli. “Además de trabajar la cuestión musical, nos interesaba que los chicos fueran sintiéndose cómodos en la situación de un recital, por más que fuera en nuestra casa”, cuenta Riqui Collado en la entrevista con Página/12. Y ese entrenamiento casero previo les sirvió para pisar con fuerza y ganar confianza, soltarse y ser más desfachatados con los instrumentos y con las voces. “Un día, en verano, decidimos ir a la plaza del pueblo y tocamos. Con un par de recitales más, los chicos fueron conquistando la simpatía de los turistas que desbordaban las sillas de la pizzería y el restaurante de la peatonal para escucharlos”, recuerda Riqui el inicio de La Rimbombanda en 1997. “Pasamos la gorra y el dinero obtenido era un estímulo extra para los chicos, porque el arte tiene que tener un sustento material para que se pueda desarrollar.” Gabino, con unos reflejos increíbles, aclara: “Era importante tener un capital”. A cargo de la dirección musical, Riqui llegó a San Marcos Sierra en 1982. “Fue un exilio interior”, señala, el mismo que efectuaron cientos de hippies que se hartaron de los imperativos de la ciudad y se marcharon a vivir a El Bolsón o a otros pueblos que les garantizaran tranquilidad y un contacto vital con la naturaleza.
Al principio, los chicos tocaban sentados, pero el envión y el crecimiento –físico, musical y temperamental– provocó que en 2002 La Rimbombanda se pusiera de pie. “Ese detalle no es menor”, sugiere Riqui. “Les dio otro porte, otra fuerza, una presencia singular en escena.” Nani, a cargo de la composición y la coordinación (también apoya a la banda con su voz), admite que aunque ella y Riqui son los que componen, “los chicos siempre están aportando ideas”. El enfoque, según advierte Riqui, es que los chicos lleguen a la vivencia musical “tratando de podar al máximo los academicismos y los conocimientos teóricos para que no se transformen en un estorbo”. En una primera etapa, esa vivencia musical arrancó con la construcción de instrumentos no formales. “Durante dos años nos abocamos a construir instrumentos que aportaran una sonoridad no estándar, y que permitieran disparar ideas, composiciones y juegos”, explica. Los chicos se animan a revelar secretos del oficio. Milton Marcusi, que tiene 14, señala que algunos de esos instrumentos, como las racas, los tubos o el tubatón, se armaron con caños de desagüe, mangueras y botellas. En el espíritu de La Rimbombanda, el reciclaje fue uno de los motores creativos.
No a la violencia
“Somos una banda placera, bien callejera, y como empezamos a crecer como fenómeno la gente que frecuenta San Marcos sabe que somos uno de los atractivos del lugar. Los que llegan por primera vez pronto se enteran de nuestra existencia y quieren vernos”, agrega Riqui, acaso sorprendido y divertido por el revuelo que generan entre los turistas. El pueblo no tiene sala de teatro ni de cine, ni espacios para canalizar las inquietudes culturales de los chicos. “Hay una guardería donde funciona el grupo de teatro, pero es muy chiquita y no nos sirve para tocar”, cuenta Riqui. La única que no conocía Buenos Aires es Yannice, que tiene 12 años, y toca, entre otros instrumentos, la cajita, el triángulo, la flauta, el percutón y el zurdo (el tambor grande, original de la música brasileña). “Vi la Casa de Gobierno y recorrí La Boca, pero prefiero mi pueblo, quizá porque no conozco bien la ciudad... no sé cómo podría vivir acá”, relata. Yannice confiesa que la vida en San Marcos Sierra es mucho más tranquila, y respecto de su condición de cantante es tan sincera que asombra: “Como no confío mucho en mi voz, dejé de cantar”.
¿Tenemos mensajes en las letras?, le pregunta Riqui a los chicos. “Cantamos para que se respeten nuestros derechos y los del medio ambiente”, responde, sin dudar, Gabino. “En Chau, chau, chau –ejemplifica Yannice– pedimos que se vaya la violencia y que venga la paz.” Además, los chicos se quejan de todo lo que no aguantan con una honestidad tan franca como brutal. Uno de los temas más contundentes, que hunde el dedo en la llaga de la crisis social del país, es Cartón y aserrín, dedicado a los niños cartoneros. Para Nani, un aspecto típico del pueblo, que se filtró en una de las canciones, es el chisme y las habladurías. “A veces son tremendas las cosas que se dicen”, aclara. “Vivimos muy lejos y es difícil estar en contacto con los movimientos culturales de la ciudad, que van a un ritmo, mientras nosotros funcionamos con otros tiempos”, precisa Riqui, una diferencia que en los chicos se percibe en el modo de hablar pausado, como si pensaran y disfrutaran lo que dicen.
El cómico y el cantante
El cómico del grupo es Gabino, que nació en Buenos Aires, pero hace cuatro años se mudó a San Marcos Sierra. “Toco sikus y el zurdo, también canto. Pero pienso que no soy bueno cantando”, asegura, y todos le festejan la humorada. “Voy a la escuela y siempre quiero salir rápido de allí. A veces lo consigo cuando falta un profesor o se desmaya una compañera y nos mandan a casa”, añade Gabino. “Allá es más tranquilo, se puede andar solo en la calle hasta muy tarde y podemos usar la bici porque no hay muchos autos.” Genaro es la voz afinadísima de La Rimbombanda. Ya sea un candombe, un reggae, una cueca o un huayno, el chico se impone con soltura y maneja con la profesionalidad de un cantante veterano las tonalidades que requieren cada uno de los temas. No prefiere una canción en especial. “Todos son diferentes y por eso me gustan”, dice.
Fenómeno educativo y musical, es La Rimbombanda .
Por Silvina Friera
El rumor circula hace tiempo entre los turistas que visitan el pueblo San Marcos Sierra en Córdoba: “Hay una banda de pibes que es un fenómeno, tocan unos instrumentos extrañísimos, tienen una energía descomunal, son buenísimos”. Esta big band integrada por Yannice, Milton y Nahuan Marcuzzi, Genaro y Nicanor Collado, Violeta Vicario, Ludmila Ciordia y Gabiño Muñoz –que tienen entre 9 y 14 años– y el bajista Natán Collado (de 19).
La banda de la plaza
El sueño empezó hace más de siete años en la casa, taller y estudio de grabación de Ricardo Collado y Nani Dutelli. “Además de trabajar la cuestión musical, nos interesaba que los chicos fueran sintiéndose cómodos en la situación de un recital, por más que fuera en nuestra casa”, cuenta Riqui Collado en la entrevista con Página/12. Y ese entrenamiento casero previo les sirvió para pisar con fuerza y ganar confianza, soltarse y ser más desfachatados con los instrumentos y con las voces. “Un día, en verano, decidimos ir a la plaza del pueblo y tocamos. Con un par de recitales más, los chicos fueron conquistando la simpatía de los turistas que desbordaban las sillas de la pizzería y el restaurante de la peatonal para escucharlos”, recuerda Riqui el inicio de La Rimbombanda en 1997. “Pasamos la gorra y el dinero obtenido era un estímulo extra para los chicos, porque el arte tiene que tener un sustento material para que se pueda desarrollar.” Gabino, con unos reflejos increíbles, aclara: “Era importante tener un capital”. A cargo de la dirección musical, Riqui llegó a San Marcos Sierra en 1982. “Fue un exilio interior”, señala, el mismo que efectuaron cientos de hippies que se hartaron de los imperativos de la ciudad y se marcharon a vivir a El Bolsón o a otros pueblos que les garantizaran tranquilidad y un contacto vital con la naturaleza.
Al principio, los chicos tocaban sentados, pero el envión y el crecimiento –físico, musical y temperamental– provocó que en 2002 La Rimbombanda se pusiera de pie. “Ese detalle no es menor”, sugiere Riqui. “Les dio otro porte, otra fuerza, una presencia singular en escena.” Nani, a cargo de la composición y la coordinación (también apoya a la banda con su voz), admite que aunque ella y Riqui son los que componen, “los chicos siempre están aportando ideas”. El enfoque, según advierte Riqui, es que los chicos lleguen a la vivencia musical “tratando de podar al máximo los academicismos y los conocimientos teóricos para que no se transformen en un estorbo”. En una primera etapa, esa vivencia musical arrancó con la construcción de instrumentos no formales. “Durante dos años nos abocamos a construir instrumentos que aportaran una sonoridad no estándar, y que permitieran disparar ideas, composiciones y juegos”, explica. Los chicos se animan a revelar secretos del oficio. Milton Marcusi, que tiene 14, señala que algunos de esos instrumentos, como las racas, los tubos o el tubatón, se armaron con caños de desagüe, mangueras y botellas. En el espíritu de La Rimbombanda, el reciclaje fue uno de los motores creativos.
No a la violencia
“Somos una banda placera, bien callejera, y como empezamos a crecer como fenómeno la gente que frecuenta San Marcos sabe que somos uno de los atractivos del lugar. Los que llegan por primera vez pronto se enteran de nuestra existencia y quieren vernos”, agrega Riqui, acaso sorprendido y divertido por el revuelo que generan entre los turistas. El pueblo no tiene sala de teatro ni de cine, ni espacios para canalizar las inquietudes culturales de los chicos. “Hay una guardería donde funciona el grupo de teatro, pero es muy chiquita y no nos sirve para tocar”, cuenta Riqui. La única que no conocía Buenos Aires es Yannice, que tiene 12 años, y toca, entre otros instrumentos, la cajita, el triángulo, la flauta, el percutón y el zurdo (el tambor grande, original de la música brasileña). “Vi la Casa de Gobierno y recorrí La Boca, pero prefiero mi pueblo, quizá porque no conozco bien la ciudad... no sé cómo podría vivir acá”, relata. Yannice confiesa que la vida en San Marcos Sierra es mucho más tranquila, y respecto de su condición de cantante es tan sincera que asombra: “Como no confío mucho en mi voz, dejé de cantar”.
¿Tenemos mensajes en las letras?, le pregunta Riqui a los chicos. “Cantamos para que se respeten nuestros derechos y los del medio ambiente”, responde, sin dudar, Gabino. “En Chau, chau, chau –ejemplifica Yannice– pedimos que se vaya la violencia y que venga la paz.” Además, los chicos se quejan de todo lo que no aguantan con una honestidad tan franca como brutal. Uno de los temas más contundentes, que hunde el dedo en la llaga de la crisis social del país, es Cartón y aserrín, dedicado a los niños cartoneros. Para Nani, un aspecto típico del pueblo, que se filtró en una de las canciones, es el chisme y las habladurías. “A veces son tremendas las cosas que se dicen”, aclara. “Vivimos muy lejos y es difícil estar en contacto con los movimientos culturales de la ciudad, que van a un ritmo, mientras nosotros funcionamos con otros tiempos”, precisa Riqui, una diferencia que en los chicos se percibe en el modo de hablar pausado, como si pensaran y disfrutaran lo que dicen.
El cómico y el cantante
El cómico del grupo es Gabino, que nació en Buenos Aires, pero hace cuatro años se mudó a San Marcos Sierra. “Toco sikus y el zurdo, también canto. Pero pienso que no soy bueno cantando”, asegura, y todos le festejan la humorada. “Voy a la escuela y siempre quiero salir rápido de allí. A veces lo consigo cuando falta un profesor o se desmaya una compañera y nos mandan a casa”, añade Gabino. “Allá es más tranquilo, se puede andar solo en la calle hasta muy tarde y podemos usar la bici porque no hay muchos autos.” Genaro es la voz afinadísima de La Rimbombanda. Ya sea un candombe, un reggae, una cueca o un huayno, el chico se impone con soltura y maneja con la profesionalidad de un cantante veterano las tonalidades que requieren cada uno de los temas. No prefiere una canción en especial. “Todos son diferentes y por eso me gustan”, dice.
Fenómeno educativo y musical, es La Rimbombanda .
Por Silvina Friera
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