domingo, 17 de abril de 2011
RUBÉN (TITO) INGENIERI Y SU CASA DE BOTELLAS
Rubén (Tito) Adolfo Ingenieri nació el 27 de mayo de 1954, en la localidad de Mataderos, Ciudad de Buenos Aires.
Obrero del arte, soldador, herrero y portero de escuela. Artista sensible, escultor, autodidacta, audaz, desprolijo, caprichoso, desapegado, amable y generoso; marginal por elección, porteño de nacimiento y quilmeño por adopción.
Hay obras suyas en colecciones privadas de América y Europa, y otras tantas emplazadas en distintos lugares del mundo, como por ejemplo “Escombros” y “La Sobrecarga” (Berlín, Alemania), “El Quijote” (Casa del Cervantes, Madrid, España) o “Espectro de la Puna” (Casa de las Américas, La Habana, Cuba).
Una casa para nada convencional
Entre los 15 y los 20 años vivió en una casa en un árbol, hizo ropa con cámaras de autos, fue plomo de Almendra y Manal, estuvo internado 8 años en el Borda, trabajó en la primera versión del musical Hair, va por la vida en una bici de madera, no usa reloj ni celular, vive en una casa en la que los ladrillos son botellas, y mientras tanto construye un faro con los mismos materiales que la casa y que una vez terminado será su próxima morada.
"Yo mismo fui recolectando las botellas, y los elementos que conforman la estructura, el flete es mi osamenta, la escasez de medios, e imposibilidad de comprar ladrillos, cal, cemento, chapas, piedra, etc., me llevó a realizarla de esta forma. Siempre quise que mi casa fuera distinta a las otras, no cuento con medios, pero sí con creatividad, y la suficiente fuerza como para poder realizarla, aquí aplico el concepto que manejo corno escultor, que es el respeto por la materia, a través de la estética y un buen manejo técnico, enaltecer el material para convertir un hierro o una chapa herrumbrada en algo bello y sensible.
Elegí el camino más difícil, tanto en la vida como en el arte, con materiales nobles cualquiera puede hacer algo, pero de esas cosas que obtengo del cirujeo, allí ya es otra cosa.
Mi maestro en el arte ha sido el poder de observación y esas ideas locas como dicen los que me conocen. Albertazzi me enseñó los rudimentos de la escultura y a soldar, cuando de muchacho trabajaba en su negocio de carteles fueron dos años bárbaros llenos de cosas nuevas. Luego empecé Bellas Artes pero cierta autoridad en aquella época de la escuela (tiempos de uniformes) me echó por ser desprolijo y distinto, además decían que era burro que no sabía dibujar. Y bue-no, pobres, no sabían nada de lo que me estaba pasando por dentro. Hoy en mis exposiciones veo a alguno de ellos y muy circunspectos me dicen, felicitaciones y adelante Tito, yo les digo gracias ¿y su obra cómo anda? en fin, se piensan que por que soy pobre, soñador y me dedico a hacer este tipo de arte no soy alguien al que han de tener en cuenta. Claro en esta sociedad de consumo y ostentación, soy un ave rara.
Esta casa, que ya tiene en sus paredes 32.000 botellas en vez de ladrillos, no es la primera un tanto extraña, tuve otra donde termina el asfalto del río, allá por donde están los botes de los pescadores, era la copa de un árbol, allí armé una casilla muy linda de cuatro por cuatro y viví bastante tiempo, tenía luz a batería, mi tocadiscos y radio, junto con mis herramientas. Tenía 17 años cuando la construí, ayudado por un norteamericano, piloto de helicópteros, ex combatiente de Vietnam.
Y por eso la casa de botellas, para cambiar la historia, para que “copien el laburo, así se acaban las villas; ese es el mejor reconocimiento. El concepto es que la gente la copie… Yo quiero que la gente se despierte. ¿Cómo puedo hacer?”, reflexiona. “Estamos en la era de Mad Max y La naranja mecánica”.
Tengo cuatro hijos a los que quiero mucho Vanesa, Gisell, Gastón y Anyí.
Mi madre, Maria Echebeste, me transmitió el gusto por la música clásica y la literatura universal. También admiro a Antonin Artaud, Celedonio Flores, el flaco Spinetta, Rimbaud y Wagner.
Soy socialista, soy como la obra que hago que tiene un gran contenido y sentido social, pero cuidado, describo el medio ambiente que me rodea, no me van las ideas y conceptos foráneos que nada tienen que ver con mi realidad, el entorno natural y condición cultural de mi pueblo. El no tener prejuicios con materiales de desecho, e intentar ele-varlos a través del arte en la consi-deración valorativa, hace que me considere un artista social, y bueno, ese es mi estilo de vida, yo no milito en ningún partido político pero pienso así.
Mi casa me avisa cuando hay sudestada, es sencillo, como los picos de las botellas están hacia afuera y sin encorchar, el viento del sudeste penetra en ellas y al salir produce unas melodías tenues y bellas que me avisan que se viene el agua y que tengo que salir de aquí..."
Fuentes: http://abcdargentina.com/2010/01/21/%E2%80%9Cestamos-en-la-era-de-mad-max-y-la-naranja-mecanica%E2%80%9D/
http://www.taringa.net/posts/arte/1025371/La-casa-de-Tito-Ingenieri.html
Obrero del arte, soldador, herrero y portero de escuela. Artista sensible, escultor, autodidacta, audaz, desprolijo, caprichoso, desapegado, amable y generoso; marginal por elección, porteño de nacimiento y quilmeño por adopción.
Hay obras suyas en colecciones privadas de América y Europa, y otras tantas emplazadas en distintos lugares del mundo, como por ejemplo “Escombros” y “La Sobrecarga” (Berlín, Alemania), “El Quijote” (Casa del Cervantes, Madrid, España) o “Espectro de la Puna” (Casa de las Américas, La Habana, Cuba).
Una casa para nada convencional
Entre los 15 y los 20 años vivió en una casa en un árbol, hizo ropa con cámaras de autos, fue plomo de Almendra y Manal, estuvo internado 8 años en el Borda, trabajó en la primera versión del musical Hair, va por la vida en una bici de madera, no usa reloj ni celular, vive en una casa en la que los ladrillos son botellas, y mientras tanto construye un faro con los mismos materiales que la casa y que una vez terminado será su próxima morada.
"Yo mismo fui recolectando las botellas, y los elementos que conforman la estructura, el flete es mi osamenta, la escasez de medios, e imposibilidad de comprar ladrillos, cal, cemento, chapas, piedra, etc., me llevó a realizarla de esta forma. Siempre quise que mi casa fuera distinta a las otras, no cuento con medios, pero sí con creatividad, y la suficiente fuerza como para poder realizarla, aquí aplico el concepto que manejo corno escultor, que es el respeto por la materia, a través de la estética y un buen manejo técnico, enaltecer el material para convertir un hierro o una chapa herrumbrada en algo bello y sensible.
Elegí el camino más difícil, tanto en la vida como en el arte, con materiales nobles cualquiera puede hacer algo, pero de esas cosas que obtengo del cirujeo, allí ya es otra cosa.
Mi maestro en el arte ha sido el poder de observación y esas ideas locas como dicen los que me conocen. Albertazzi me enseñó los rudimentos de la escultura y a soldar, cuando de muchacho trabajaba en su negocio de carteles fueron dos años bárbaros llenos de cosas nuevas. Luego empecé Bellas Artes pero cierta autoridad en aquella época de la escuela (tiempos de uniformes) me echó por ser desprolijo y distinto, además decían que era burro que no sabía dibujar. Y bue-no, pobres, no sabían nada de lo que me estaba pasando por dentro. Hoy en mis exposiciones veo a alguno de ellos y muy circunspectos me dicen, felicitaciones y adelante Tito, yo les digo gracias ¿y su obra cómo anda? en fin, se piensan que por que soy pobre, soñador y me dedico a hacer este tipo de arte no soy alguien al que han de tener en cuenta. Claro en esta sociedad de consumo y ostentación, soy un ave rara.
Esta casa, que ya tiene en sus paredes 32.000 botellas en vez de ladrillos, no es la primera un tanto extraña, tuve otra donde termina el asfalto del río, allá por donde están los botes de los pescadores, era la copa de un árbol, allí armé una casilla muy linda de cuatro por cuatro y viví bastante tiempo, tenía luz a batería, mi tocadiscos y radio, junto con mis herramientas. Tenía 17 años cuando la construí, ayudado por un norteamericano, piloto de helicópteros, ex combatiente de Vietnam.
Y por eso la casa de botellas, para cambiar la historia, para que “copien el laburo, así se acaban las villas; ese es el mejor reconocimiento. El concepto es que la gente la copie… Yo quiero que la gente se despierte. ¿Cómo puedo hacer?”, reflexiona. “Estamos en la era de Mad Max y La naranja mecánica”.
Tengo cuatro hijos a los que quiero mucho Vanesa, Gisell, Gastón y Anyí.
Mi madre, Maria Echebeste, me transmitió el gusto por la música clásica y la literatura universal. También admiro a Antonin Artaud, Celedonio Flores, el flaco Spinetta, Rimbaud y Wagner.
Soy socialista, soy como la obra que hago que tiene un gran contenido y sentido social, pero cuidado, describo el medio ambiente que me rodea, no me van las ideas y conceptos foráneos que nada tienen que ver con mi realidad, el entorno natural y condición cultural de mi pueblo. El no tener prejuicios con materiales de desecho, e intentar ele-varlos a través del arte en la consi-deración valorativa, hace que me considere un artista social, y bueno, ese es mi estilo de vida, yo no milito en ningún partido político pero pienso así.
Mi casa me avisa cuando hay sudestada, es sencillo, como los picos de las botellas están hacia afuera y sin encorchar, el viento del sudeste penetra en ellas y al salir produce unas melodías tenues y bellas que me avisan que se viene el agua y que tengo que salir de aquí..."
Fuentes: http://abcdargentina.com/2010/01/21/%E2%80%9Cestamos-en-la-era-de-mad-max-y-la-naranja-mecanica%E2%80%9D/
http://www.taringa.net/posts/arte/1025371/La-casa-de-Tito-Ingenieri.html
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