sábado, 12 de febrero de 2011
TRÍPTICO DE LOS DEL OFICIO
Crimen perfecto
No encuentro un indicio capaz de llevarme
esta tarde al poema,
todo inmaculado, sin ninguna pista
que delate su presencia:
vestigios de sangre
en las hebras de la alfombra,
un suspiro impregnado en una copa,
alguna huella del alma en los cristales,
tal vez un papelito caído conteniendo
números telefónicos claves,
esa manera de colisionar
la sangre en las paredes
que alerten del tipo de arma empleada,
una manchita de pólvora
en la sábana,
la impresión de un zapato
bajo el ventanal,
esa cerradura forzada
para descartar gato casero…
Sólo los pequeños premios
y artículos de periódicos en el álbum
me dicen cuánto conozco al poema
en esta tarde de tantas
cuando el crimen perfecto
se sale con la suya.
En río revuelto...
El pico de un diablo
agujerea la dura puerta
que da a mi alma
y los duendes aprovechan
la ocasión colándose.
Se alegran al encontrar
picos y palas al pie
de mi poesía.
Remachan a coro
que nunca será
fácil la poesía: remover
tanto por tan poco!
Al fin le hacen la resucitación al diablo
que se deslumbró
de mi auténtica negrura,
lo echan al aire de un puntapié,
reparan el boquete
y por la mirilla de la puerta
los veo perderse en el bosque
cantando y eyaculando sobre Negranieves.
Un oficio de pura fe
No pasa mucho,
pero puede que algún día
llegue mi voz.
El golpeteo de las teclas
machacando el papel
hace que Leocadia, la nica
mal puesta a mi lado,
espete: “¿Qué esperas dar?
Después de Rubén, naide!”.
A medida que avanzo
el cenicero aumenta.
Al término rebasará
y de las cenizas
algo ha de renacer,
o lo divino (no sé si hay algo
allá afuera con ese apelativo)
apartará su copa de vino
y rociará esta ceniza en mis ojos.
Y eso es mala señal.
Frank Ruffino (Costarricense)
Del texto inédito:© "Náralit: Poemas y Antipoemas".
http://poetafrankruffino.blogspot.com/
No encuentro un indicio capaz de llevarme
esta tarde al poema,
todo inmaculado, sin ninguna pista
que delate su presencia:
vestigios de sangre
en las hebras de la alfombra,
un suspiro impregnado en una copa,
alguna huella del alma en los cristales,
tal vez un papelito caído conteniendo
números telefónicos claves,
esa manera de colisionar
la sangre en las paredes
que alerten del tipo de arma empleada,
una manchita de pólvora
en la sábana,
la impresión de un zapato
bajo el ventanal,
esa cerradura forzada
para descartar gato casero…
Sólo los pequeños premios
y artículos de periódicos en el álbum
me dicen cuánto conozco al poema
en esta tarde de tantas
cuando el crimen perfecto
se sale con la suya.
En río revuelto...
El pico de un diablo
agujerea la dura puerta
que da a mi alma
y los duendes aprovechan
la ocasión colándose.
Se alegran al encontrar
picos y palas al pie
de mi poesía.
Remachan a coro
que nunca será
fácil la poesía: remover
tanto por tan poco!
Al fin le hacen la resucitación al diablo
que se deslumbró
de mi auténtica negrura,
lo echan al aire de un puntapié,
reparan el boquete
y por la mirilla de la puerta
los veo perderse en el bosque
cantando y eyaculando sobre Negranieves.
Un oficio de pura fe
No pasa mucho,
pero puede que algún día
llegue mi voz.
El golpeteo de las teclas
machacando el papel
hace que Leocadia, la nica
mal puesta a mi lado,
espete: “¿Qué esperas dar?
Después de Rubén, naide!”.
A medida que avanzo
el cenicero aumenta.
Al término rebasará
y de las cenizas
algo ha de renacer,
o lo divino (no sé si hay algo
allá afuera con ese apelativo)
apartará su copa de vino
y rociará esta ceniza en mis ojos.
Y eso es mala señal.
Frank Ruffino (Costarricense)
Del texto inédito:© "Náralit: Poemas y Antipoemas".
http://poetafrankruffino.blogspot.com/
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1 comentario:
FranK Ruffino, un gran poeta, una mano inspiradora. Has hecho una muy buena selección.
Un besazo grandote y buena noche,
A.
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