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lunes, 11 de octubre de 2010

APRENDER A LEER ES APRENDER A GOZAR

Se ha dicho que la literatura es como un espejo que el hombre levanta ante sí y le ayuda a conocerse.
En efecto, las grandes obras de la literatura universal proporcionan un profundo conocimiento del alma humana.
“En la ciencia, lea de preferencia los trabajos más nuevos; en literatura haga lo contrario. Los libros clásicos siempre son lo más moderno que encontrará”, escribía el novelista Edward Bulwer-Lytton a un amigo que le consultada sobre lecturas.

Un libro no es sólo un producto, y el lector no es sólo un consumidor

Las lecturas condicionan nuestro modo de pensar; y éste determina nuestra forma de vivir, por eso es fundamental elegir bien. Las decisiones en este campo no son actos moralmente indiferentes, porque las consecuencias no lo son. Hemos de ser prudentes al elegir nuestras influencias. Seleccionar lo valioso, lo que merece la pena, lo que es coherente con mis convicciones. La producción editorial es muy amplia. No todo es valioso y útil. Hay que saber elegir pues la vida es corta y no podemos leer todo.

El encuentro con un libro supone para millones de personas el umbral de entrada al mundo de la verdad, de la belleza y de la libertad. Más aún, la vida del mismo Dios nos ha sido narrada en un libro. Si no leemos luego hablamos mal; decimos: “Es el menos peor, pior”, en ves de “el menos malo”. A veces lo decimos por broma, pero es una broma desgastada. Borrémosla.

Francis Bacon afirmaba que "la lectura produce personas completas; la conversación, personas dispuestas, y la escritura, personas precisas". Es mucho más fácil comprender el mundo, a los otros y a nosotros mismos después de haber leído El Quijote, o a Shakespeare.

Pedro Salinas definía al lector como “el que lee por leer, por puro gusto de leer, por amor invencible al libro, por ganas de estarse con él horas y horas, lo mismo que se quedaría con la amada” (...) “Ningún ánimo, en él, de sacar de lo que está leyendo ganancia material, ascensos, dineros, noticias concretas que le aúpen en la social escala, nada que esté más allá del libro mismo y de su mundo” (El defensor. Ed. Alianza. Madrid, 1967).

José Antonio Pérez-Rioja, en su libro La necesidad y el placer de leer, afirma: “Cuando de verdad se habitúen a leer, experimentarán por sí mismos que se puede gozar leyendo, que sumirse en la lectura de ciertos libros supone muchas veces una evasión y que hay también otros libros que nos producen una ilusión inmensa”. Cuando esto se ha experimentado personalmente, podemos decir que tenemos un lector.

La lectura de obras literarias de altura constituye una fuente de conocimiento. Nos permite comprender por dentro la vida de sus procesos de edificación o destrucción

Para ser lector, es decir, para tener el hábito de la lectura, no basta con que la persona sepa leer –incluso en el caso de que sea un diestro lector-, es necesario que experimente el goce de leer. Aprender a leer es aprender a disfrutar de algo bueno. Necesitamos la curiosidad inicial, que nos empuje a emprender un esfuerzo. Precisamos una actitud de búsqueda de las respuestas a los grandes interrogantes del hombre y de la sociedad. La lectura no es sólo un placer para la inteligencia, porque muchas veces comporta fatiga

¿Qué bienes reporta la lectura?

Con la lectura llegan a la persona un cúmulo de bienes que la mejoran, la pulen.

La lectura no sólo proporciona información , sino que forma (educa), creando hábitos de reflexión, análisis, esfuerzo y concentración. Y recrea, hace gozar, entretiene y distrae.

La lectura ayuda al desarrollo y perfeccionamiento del lenguaje. Mejora la expresión oral y escrita y hace el lenguaje más fluido. Aumenta el vocabulario.

La lectura no sólo alimenta nuestra alma, también crea un estilo de vida más pausado y amigo de silencios.

La persona culta ha acrecentado su saber, lo ha hecho amplio y general, pero al mismo tiempo lo ha organizado: no posee una serie de conocimientos fragmentarios y dispersos, sino que les ha dado orden por medio de la reflexión y eso le permite tener una visión clara y serena del mundo y de la condición humana.

Un alumno de secundaria debe leer alrededor de 100 libros en esos tres años. También debe aprender que no todo lo que dicen los libros es cierto. A veces la letra impresa trae mentiras.

Un educador de nuestro tiempo recomendaba a los adolescentes que leyeran buenas novelas sobre el amor, de ese modo adquieren experiencia de cómo se puede conocer al verdadero amor del falso.

Una chica que ha leído 40 historias de amor, tiene ya 40 experiencias, riqueza que no dan las telenovelas. No nos referimos a las novelitas ilustradas –que quedan sólo en emociones y sentimientos-, sino a los libros de calidad literaria y humana

Autor: Martha Morales

Fuente: Church Forum www.churchforum.org

1 comentario:

Anónimo dijo...

El goce de la lectura, eduquemos para que no se pierda esta actividad tan educadora y formadora, además de motivadora de los sentidos y la creatividad.