jueves, 7 de octubre de 2010
LA PLANCHA DE ROPA (Su historia)
Todas las planchas primitivas empleaban la presión. Sólo algunas utilizaban el calor para eliminar arrugas o formar pliegues en las prendas recién lavadas.
En el siglo IV a.C., los griegos usaban una barra de hierro cilíndrica calentada, similar a un rodillo de amasar, que se pasaba sobre las ropas de lino para marcar los pliegues. Dos siglos más tarde, los romanos ya planchaban y plisaban con un mazo plano, metálico, que literalmente martilleaba las arrugas. Era un trabajo que hacían los esclavos.
Incluso los belicosos vikingos del siglo X apreciaban las prendas exentas de arrugas, a menudo plisadas. Empleaban una pieza de hierro en forma de hongo invertido, que movían adelante y atrás sobre la tela húmeda.
Hacia el siglo XV, las familias europeas acomodadas utilizaban la plancha llamada “caja caliente” provista de un compartimiento para carbón o un ladrillo previamente calentado. Las familias más pobres todavía utilizaban la plancha sencilla de hierro, con mango, que se calentaba periódicamente sobre el fuego. La gran desventaja de esta plancha era que el hollín se adhería a ella y pasaba a las ropas.
Cuando se instaló la iluminación de gas en los hogares, en el siglo XIX, muchos inventores idearon planchas calentadas con esa forma de energía, pero la frecuencia de los escapes, explosiones e incendios aconsejó llevar las ropas arrugadas.
LA PLANCHA ELÉCTRICA
El 6 de junio de 1882, el inventor neoyorquino Henry W. Weely obtuvo la primera patente de su país para una plancha eléctrica. Aunque su concepto de espiras resistentes al calor era imaginativo, la plancha en sí era poco práctica. Sólo se calentaba lentamente enchufada en su soporte, y se enfriaba rápidamente.
Las planchas eléctricas presentaban el mismo problema que los demás aparatos eléctricos de la época, con la única excepción de la bombilla. Hacia 1905 muchas centrales eléctricas no ponían en marcha sus generadores hasta la puesta del sol, y los paraban al despuntar el día. Así pues, la familia que deseaba beneficiarse de las nuevas comodidades, como la tostadora eléctrica, la cafetera eléctrica, el reloj eléctrico o la plancha eléctrica, sólo podía conectar sus aparatos durante la noche.
PLANCHA DE VAPOR
En 1926 las primeras planchas de vapor fueron consideradas unos artilugios que no cubrían una necesidad auténtica, pese a que, según se aseguraba, su persistente humedad impedía chamuscar la ropa.
En tanto las primeras planchas de vapor sólo tenían un orifico de salida, las que aparecieron en los cuarenta tenían dos. Después llegaron a tener cuatro y hasta ocho.
En el siglo IV a.C., los griegos usaban una barra de hierro cilíndrica calentada, similar a un rodillo de amasar, que se pasaba sobre las ropas de lino para marcar los pliegues. Dos siglos más tarde, los romanos ya planchaban y plisaban con un mazo plano, metálico, que literalmente martilleaba las arrugas. Era un trabajo que hacían los esclavos.
Incluso los belicosos vikingos del siglo X apreciaban las prendas exentas de arrugas, a menudo plisadas. Empleaban una pieza de hierro en forma de hongo invertido, que movían adelante y atrás sobre la tela húmeda.
Hacia el siglo XV, las familias europeas acomodadas utilizaban la plancha llamada “caja caliente” provista de un compartimiento para carbón o un ladrillo previamente calentado. Las familias más pobres todavía utilizaban la plancha sencilla de hierro, con mango, que se calentaba periódicamente sobre el fuego. La gran desventaja de esta plancha era que el hollín se adhería a ella y pasaba a las ropas.
Cuando se instaló la iluminación de gas en los hogares, en el siglo XIX, muchos inventores idearon planchas calentadas con esa forma de energía, pero la frecuencia de los escapes, explosiones e incendios aconsejó llevar las ropas arrugadas.
LA PLANCHA ELÉCTRICA
El 6 de junio de 1882, el inventor neoyorquino Henry W. Weely obtuvo la primera patente de su país para una plancha eléctrica. Aunque su concepto de espiras resistentes al calor era imaginativo, la plancha en sí era poco práctica. Sólo se calentaba lentamente enchufada en su soporte, y se enfriaba rápidamente.
Las planchas eléctricas presentaban el mismo problema que los demás aparatos eléctricos de la época, con la única excepción de la bombilla. Hacia 1905 muchas centrales eléctricas no ponían en marcha sus generadores hasta la puesta del sol, y los paraban al despuntar el día. Así pues, la familia que deseaba beneficiarse de las nuevas comodidades, como la tostadora eléctrica, la cafetera eléctrica, el reloj eléctrico o la plancha eléctrica, sólo podía conectar sus aparatos durante la noche.
PLANCHA DE VAPOR
En 1926 las primeras planchas de vapor fueron consideradas unos artilugios que no cubrían una necesidad auténtica, pese a que, según se aseguraba, su persistente humedad impedía chamuscar la ropa.
En tanto las primeras planchas de vapor sólo tenían un orifico de salida, las que aparecieron en los cuarenta tenían dos. Después llegaron a tener cuatro y hasta ocho.
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